Etiquetas de los alimentos: ¿confusas o engañosas?

Siempre se nos recomienda que leamos las etiquetas de los alimentos para informarnos antes de consumir pero, ¿son lo  suficientemente claras y completas? Creemos que no. Falta información y muestran mensajes que confunden al consumidor en lugar de informarlo.

¿Lo  vemos?


El primer problema que denuncian las asociaciones de consumidores con respecto al etiquetado de los alimentos es la dificultosa legibilidad de las etiquetas debida a distintos factores como el tamaño de la letra, el contraste entre los colores elegidos o la parte del envase en que estén situadas. Así, en más del 80% de los productos, la información obligatoria se relega a las zonas menos visibles, mientras  la parte frontal se reserva para información voluntaria por parte del fabricante que a menudo es intrascendente, confusa e incluso engañosa.

Otra reclamación de las asociaciones de consumidores es que se obligue a alimentos no envasados como la comida rápida a especificar su composición nutricional por la repercusión que tienen en la salud.

Las instituciones van poco a poco introduciendo mejoras y requisitos en el etiquetado de los alimentos, pero aún queda mucho camino por recorrer para que podamos elegir con conocimiento de causa. Vamos a ver algunos ejemplos:

  • Lo primero que hay que tener en cuenta al leer la composición de un alimento es  de qué cantidad de producto nos están hablando. Lo normal es que la valoración nutricional se refiera a 100 g de alimento, pero últimamente se suele incluir el análisis  por ración, y aquí es donde está el problema, ya que estas raciones no se suelen corresponder con las pautas previsibles de consumo. Por ejemplo, en una bolsa de un aperitivo frito nos pueden informar de que las calorías por ración son "sólo 115", pero en lo que debemos fijarnos es si la ración que ellos toman como modelo, por ej 20 g, es la misma que nosotros consumimos habitualmente. Generalmente, se disminuye el tamaño de la ración para que los valores de grasas, azúcares y calorías sean más favorables.
  • Frecuentemente, el etiquetado destaca de forma ostentosa un ingrediente que supuestamente otorga la categoría de "más saludable" al producto, pero luego no se cumple la obligación de especificar en qué cantidad está contenido o, si se hace, se camufla de la mejor forma posible entre otros datos. Es el ejemplo de las patatas fritas "con aceite de oliva", en las que lo que suele ocurrir es que este aceite es una ínfima proporción del total de grasas que componen el producto. Si en la composición se especifican todos los ingredientes, el fabricante no está cometiendo irregularidad ninguna pero está claro que la idea es llevar a engaño al consumidor, que pocas veces va a comprobar qué cantidad de ese "ingrediente saludable" contiene en realidad el producto. Lo mismo nos puede ocurrir con las "leches con omega 3", "bizcochos con yogur", "cereales enriquecidos con vitaminas", "galletas con fibra" , y tantos otros. Con esto no quiero decir que siempre ocurra...pero mejor comprobarlo ¿no?
  • En febrero de 2012,  los eurodiputados llegaron a un acuerdo  prohibiendo las expresiones como "con un X% menos de grasa" o "con un Y% menos de azúcar" ya que  resultan "ambiguas, equívocas y engañosas para el consumidor"; al no especificar el contenido anterior de ese nutriente, no sabemos si, aun restándole ese tanto por ciento, la cantidad sigue siendo excesiva. Sin embargo, seguimos viendo estos mensajes en la publicidad de los alimentos.
  • La mayoría de las etiquetas informan de la cantidad de sal del alimento a través de la cantidad de sodio. Como ya vimos hace unos días, para calcular el contenido en sal debemos multiplicar el contenido en sodio por 2.5. Aquí podemos cometer dos errores: pensar que 1 g de sodio se corresponde con 1 g de sal (cuando serían 2.5 g) o incluso no saber que el sodio de la etiqueta nos indica que el alimento contiene sal ...
  • Mensajes intrascendentes: no tiene sentido encontrar un bote de zanahoria rallada  donde se especifique "libre de colesterol", ya que el colesterol sólo está presente en los productos animales, o un zumo de naranja "sin grasas"  que además "potencia la actividad del riñón" (el ingerir cualquier líquido supone activar el riñón...), o " leche con calcio" (no dice "enriquecida"; cualquier leche podría llevar este mensaje),.... Aunque nos parezcan mensajes absurdos, lo cierto es que se destacan en las etiquetas para incitar al consumidor a elegir ese producto y no otro, aprovechándose del desconocimiento o de la prisa al comprar.
  • El fabricante debe listar los ingredientes  por orden según en qué proporción formen parte del producto y sabe que un alimento en el que la tabla de composición comienza con azúcares podría desanimar al comprador, por lo que se utilizan trucos como desglosar dichos azúcares en ingredientes menos identificables por el consumidor. Por ejemplo, si un dulce tiene 25 g de azúcares, pueden aparecer repartidos en la etiqueta como 5 g de azúcar (sacarosa), 10 g de fructosa y 10 g de jarabe de glucosa.También suele "esconderse" el contenido en azúcares tras términos menos conocidos para el comprador medio como jarabe de maíz, maltodextrina, jugo de caña, melaza, jarabe de arce...
  • La especificación de las grasas también se presta a mucha confusión:  una etiqueta puede indicarnos "sin grasas saturadas" pero ser un producto rico en grasas trans, tanto o más perjudiciales que las anteriores (como muchas margarinas y bollería industrial). También se suele "camuflar" el contenido en grasas "trans" (término más conocido por los consumidores") etiquetándolas como "aceite vegetal hidrogenado", que suena mejor, sobre todo porque el término "vegetal" lo suele identificar el consumidor con "natural".
  • ¿Diet o light? Más confusión.... Un producto dietético es aquel en el que se ha producido una restricción de nutrientes (hidratos de carbono, proteínas, grasas, sal, ...). Los alimentos con restricción en carbohidratos, grasas y proteínas no pueden sobrepasar una cierta cantidad establecida por ley para poder denominarse "dietéticos", pero ésto no tiene por qué suponer que exista disminución en la cantidad de calorías que aporta el alimento. Por ejemplo, un chocolate "diet" puede ser aquel  al que no se han añadido azúcares; sin embargo, suele estar aumentado su contenido en grasas para mejorar el sabor y consistencia, así que las calorías no varían apenas.. En cambio un producto light es aquel en el que se produce una reducción energética de al menos el 30% con respecto a su homólogo "no light" (por tanto, para que exista un producto light debe existir siempre otro de referencia con el que poder comparar el valor calórico). De aquí también deducimos que un alimento light no adelgaza, sobre todo si, con la excusa de estar comiendo algo "ligero" aumentamos las raciones con respecto al producto normal.

Bueno, para no alargarme más, diré que si a esto unimos otras estrategias que aumentan la confusión como referencias a la vida sana y al deporte en alimentos curiosamente cargados de grasas y azúcares, las promociones y regalos (dirigidas casi siempre a niños), la inserción de gráficos difíciles de interpretar en los que mediante colores o tamaños se destaca solo lo que interesa, etc., parece que el comprar sin que nos manipulen se convierte casi en misión imposible.

Además, se ha calculado que deberíamos estar leyendo entre 8 y 10 minutos la etiqueta de un alimento para intentar sortear estas "trampas" de las que hemos hablado y saber lo que estamos comprando y, ¿sabéis cuánto tiempo dedicamos a leer la etiqueta,los que lo hacemos? ¡Menos de 1 minuto!

Intentemos a partir de ahora conocer un poco mejor lo que nos llevamos a casa y damos de comer a nuestras familias porque, para acabar con un poco de humor, ya sabes, dicen que... 


Fuente: www.desmotivaciones.com

¿Has encontrado algún mensaje en etiquetas de alimentos que te haya parecido "engañoso"? ¡Compártelo!





No hay comentarios :

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...