A la hora de empezar una dieta, como con cualquier tarea que no nos resulte del todo agradable, nuestra mente, situada en la peligrosa zona de confort, enseguida idea excusas para que aplacemos su inicio sin remordimientos.
¿Quieres saber cuáles son las que más escucho en consulta y cómo luchar contra ellas?
Al principio de año os hablé del calendario de la Asociación Nacional de Hipertensión Pulmonar que me había regalado una muy querida amiga. Os comentaba que cada mes refleja un pensamiento que a mí me gustaría compartir con vosotros, y el de febrero es: "De la reflexión a la acción, todo tiene su lugar y su momento".
Sé que el año nuevo nos llena la mente de buenos propósitos, muchos de ellos relacionados con nuestra salud, sobre todo porque después de comprobar que (¡sólo por un "pequeño" cambio en el orden de los números!) no nos ha tocado ni la lotería de Navidad ni la del Niño y repetirnos la socorrida frase de "lo importante es la salud...", nos observamos con ojo crítico y nos preguntamos si de verdad estamos cuidando de esa salud de la que alardeamos. Es entonces cuando nos proponemos matricularnos en el gimnasio, cambiar la bollería de la despensa por una nevera repleta de frutas y verduras, dejar de fumar,...
Pues, amigos, tengo una noticia que daros... ¡está terminando el mes de febrero! Está claro que hemos tenido tiempo para finalizar la etapa de reflexión, ¡es el momento de pasar a la acción! ¡Tu lugar es aquí y tu momento es ahora! ¿A qué esperas? No, no me lo digas, no vaya a ser que tengas preparada alguna de estas excusas...
1. No es el mejor momento
"Empezaré el lunes, porque el domingo tengo un cumpleaños", "Mejor el mes que viene, porque con las vacaciones...", "Imposible empezar una dieta con el trabajo que tengo esta semana...", "Hace mucho frío para hacer dieta...", ¿te suenan?
No pretendo quitar importancia a los problemas que nos surgen a todos cuando queremos hacer algún cambio en nuestros hábitos de vida (sé que no son invenciones), pero sólo te puedo decir, con absoluta certeza, que el momento perfecto no existe, así que no esperes por él: ¡elige el momento y hazlo perfecto!
Todas estas excusas terminan con un "mañana empiezo", y ese mañana nunca llega porque siempre hay algo más importante, y, seamos sinceros, más cómodo porque no tenemos que salir de nuestra zona de confort, que esforzarnos en cuidar de nosotros mismos. Este continuo aplazamiento nos va frustrando y, lo que es peor, va minando nuestra salud.
Este es tu momento y no hay mejor lugar que donde estás ahora, así que decídete, líate la manta a la cabeza y ¡a por todas!
2. No tengo tiempo
¿Hace falta tiempo para tener hábitos de vida saludables? En cierto modo sí: necesitamos tiempo para planificar los menús, hacer la compra, destinar unos minutos diarios al ejercicio, dejar las comidas preparadas para no arrasar la nevera cuando lleguemos del trabajo, preparar los tentempiés de media mañana y media tarde que debemos llevar,...
Es verdad, necesitas tiempo. Pero, ¿no es verdad que en el supermercado tardas lo mismo en comprar unas verduras que unos bollos, que el carnicero no reduce la velocidad al despacharte porque le pidas pechuga de pavo en lugar de costillas de cerdo o que el pan integral no lo ponen mucho más lejos que el blanco para que pierdas más tiempo en comprarlo?
Y, ¿no crees que tardas lo mismo (o incluso menos) si coges las escaleras en lugar del ascensor, que ahorras gasolina y ganas salud si dejas el coche aparcado y recorres las diez calles que te separan del trabajo o que el sillón no se va a alegrar porque lo ocupes pero tu perro sí si lo sacas a pasear cada día? Supongo que habrás leído y ya estarás poniendo en práctica nuestro reto del mes, en el que sólo te pido un minuto para poder aprovechar los beneficios del ejercicio intenso. Si no lo conocías, siempre estás a tiempo de empezar porque... no le negarás a tu salud un minuto ¿verdad?
Todos tenemos 24 horas al día, sólo hay que saber priorizar en qué las queremos emplear, identificar las actividades que nos roban tiempo sin darnos nada a cambio y emplear esos minutos en aquellas cosas que de verdad, aunque sea poquito a poco, tengan un impacto positivo en nuestra salud.
3. Las dietas no me funcionan
Aquí siempre hago la misma pregunta: ¿a qué dietas te refieres?
Quizás sea a la que anunciaba la famosa de turno, totalmente creíble porque acababa de tener un bebé y tenía un tipazo...; o a la que hiciste a partir de una fotocopia que te dio una amiga de una amiga, y en la que sólo se podían comer 3 alimentos, eso sí, sin mezclarlos nunca; o bien a la que está de moda y por los 30 € que costaba el libro te prometía adelgazar en un tiempo récord sin pasar hambre; o aquella en la que no podías comer sino batidos y barritas (y menos mal, porque la cartera no daba para más después del precio de los dichosos productos...), o...
Podríamos seguir ¿verdad? Son tantas las dietas milagro en las que caemos año tras año, y tanta la frustración que nos dejan cuando, después de tantos sacrificios y tanto dinero gastado, recuperamos los kilos perdidos e incluso unos cuantos más de los que teníamos cuando nos dejamos seducir por aquella sugestiva portada en la que una modelo, seguramente retocada con photoshop (que mala soy, purita envidia...), nos prometía ser como ella si seguíamos la dieta de moda...
A mi consulta vienen personas cansadas de este tipo de dietas; no quieren milagros, quieren aprender a comer bien. Casi todas han pasado por ellas en más de una ocasión y les advierto que, cuantas más veces hayan sometido a su cuerpo a estas insalubres bajadas y subidas de peso, más difícil será que alcancemos nuestro objetivo pero... ¡lo alcanzaremos!
4. Una dieta supone demasiado sacrificio
Tan partidaria soy del "Quien algo quiere, algo le cuesta" como detractora del "Para presumir, hay que sufrir". Muchos me decís que demasiados problemas nos pone la vida por delante como para nosotros amargárnosla aún más con dietas y restricciones. Y ¿sabéis qué os digo? Que estoy totalmente de acuerdo.
Entonces, diréis, ¿por qué nos dices que nos privemos de lo que más nos gusta y cambiemos la guarnición de patatas fritas por la de verduras y el bollo con chocolate de la merienda por un yogur y unos frutos secos? Es que, como ya sabréis los que venís a consulta, comer saludablemente no tiene por qué ser insípido ni aburrido; vais a descubrir platos y sabores nuevos que en nada desmerecerán a los que vais a dejar un poco de lado y, en poco tiempo, veréis que merece la pena.
¿Me dirías que no a este helado de mango y yogur o a este tartar de fruta y queso? Y no creo que este bizcochito de chocolate, que se prepara en solo unos minutos, tenga nada que envidiarle a ese que sueles comprar envasado, y te aseguro que, en cuanto a saludable, le lleva bastante ventaja.
En definitiva, no voy a mentirte diciendo que todo será un camino de rosas, ya que, según lo habituado ("enganchado", diría yo) que estés a alimentos ricos en azúcares y grasas, más "desconsuelo", como decimos en Canarias, vas a sentir al dejarlos. Pero te aseguro que esto será sólo al principio; una vez te libres de los picos de insulina que producen te será mucho más fácil prescindir de ellos. Además, recuerda que durante la dieta tenemos cada semana un "día libre con fundamento" y que, una vez llegues a tus niveles de peso y grasa saludables, habrás aprendido a "comer de todo" sin necesidad de echar nada de menos.
5. Mal de muchos...
No quería terminar la frase pero, lo haré: "...consuelo de tontos". Si, ¡de tontos!
Mientras los ingleses, tan diplomáticos ellos, tienen una frase equivalente que reza "Company in distress makes the sorrow less" (algo así como que "la desgracia en compañía hace que la pena sea menor"), los españoles llamamos a las cosas por su nombre y afirmamos sin complejos que consolarnos en que lo que nos pasa es un mal que aqueja a más gente es de ¡tontos! (aunque según explica Iribarren en El porqué de los dichos, esto se añadió más tarde, pues hace siglos el refrán decía "Mal de muchos, consuelo es". Personalmente estoy más de acuerdo con la "versión moderna")
Fuente: UNED |
No sé cómo proseguir sin resultar ofensiva, pero digamos que admito que no te cuides porque no te interese tu salud, o porque te encuentres a gusto tal y como estás o porque creas que lo de la alimentación sana no lleva a ninguna parte, pero que me digas que no te importa tu sobrepeso porque miras a tu alrededor y cada vez hay más gente que está igual o peor que tú, o que comes "comida basura", aunque sabes que te perjudica, porque es lo que hace la mayoría... dime la verdad, ¿no te parece tonto?
6. Hacer dieta es caro
Según publicaciones de la Fundación FOESSA ( Fomento de Estudios Sociales y de Sociología Aplicada), un 16% de la población española se está viendo obligada a no llevar una dieta adecuada por los problemas económicos. Incluso me parece un bajo porcentaje, pues todos somos conscientes de que es más barato comprar pasta o arroz que verdura, pescado y fruta, nadie puede negarlo.
Aún así, si no se trata de un caso extremo, hay opciones para hacer que el precio de la cesta de la compra no se incremente demasiado si cambiamos los productos que compramos habitualmente por otros más saludables. Creo que el quid de la cuestión está en el "cambio", porque quizás el nuevo producto de bollería que anuncian en la tele y los niños quieren llevar al recreo no es más barato que un bocadillo de jamón de York, y, sin duda, es mucho menos saludable (por mucho que diga la publicidad). Al igual que el llevar a la oficina esa botellita tan mona que nos promete contener gran parte de las vitaminas y minerales que debemos tomar a lo largo del día, nos sale mucho más caro que comernos una pieza de fruta de temporada (también cargada de vitaminas y minerales, aunque no lo creas).
Recuerda que, como ya vimos en este artículo, los alimentos congelados son una excelente opción para tener siempre a mano las verduras y pescados que no deben faltar en nuestra dieta. No hay excusa para no consumirlos en razón al precio o la falta de tiempo para comprarlos frescos.
Comprar productos de temporada, acudir a los comercios de barrio y a los mercadillos del agricultor de tu localidad (el mundo no se acaba en los centros comerciales...), acostumbrarnos a congelar cuando los alimentos estén a mejor precio, retomar el consumo de alimentos sanos y económicos como las legumbres y limitar los caprichos (léase productos cargados de grasas y azúcares) que nos hacen gastar lo que podíamos haber invertido en salud, nos ayudará a que nuestra cesta de la compra sea más sana y barata.
7. Si estás a dieta no puedes tener vida social
Os aseguro que la vida social de la gran mayoría de las personas que acuden a mi consulta sería la envidia de muchos famosos: cenas, chuletadas, excursiones con la asociación de vecinos, cumpleaños, reuniones familiares (bodas, comuniones, bautizos,...), reencuentro con compañeros de trabajos anteriores, de carrera, de instituto, de primaria (más bien de EGB), de preescolar,... ;), y ninguno ha renunciado a ella después de acudir a mí (si les hubiera exigido eso, cosa que no se me ocurriría, creo que ¡nunca habrían pedido una segunda cita!)
En España somos así, por eso le encanta nuestra tierra a los de fuera; cualquier excusa es buena para celebrar y... ¡todo lo celebramos comiendo!
No creo que debas renunciar a salir porque estés a dieta, es más, te pido que no lo hagas. La dieta se debe adaptar a tí y no tú a ella; no puede ser una enemiga, sino una compañera, y en cada situación hay alternativas y trucos para poder seguir con nuestros hábitos de vida saludables sin tener que renunciar a divertirnos.
Creo que todo pasa por conocer mejor lo que nos aporta cada alimento, a qué hora del día es mejor consumirlo o no y en qué medida; todo ello nos llevará a saber elegir en cualquier situación lo que más nos conviene y a hacerlo sin tener la sensación de estar renunciando a nada. No es difícil...¡ya lo verás!
8. No me sirve de nada hacer dieta: tengo un metabolismo lento
Cuando se utiliza esta excusa nos estamos refiriendo a nuestro metabolismo basal, es decir a la cantidad de energía que necesita nuestro organismo en reposo para mantener las funciones vitales. Es cierto que hay personas que consumen más energía que otras en estos procesos y, por tanto, pueden ingerir más calorías sin que esto se traduzca en acumulación de grasas.Pero es igualmente cierto que podemos acelerar nuestro metabolismo con medidas como hacer regularmente ejercicio cardiovascular (sobre todo incluyendo minutos de "alta intensidad"), comer menores cantidades pero más a menudo y aumentar nuestra masa muscular. Incluso medidas tan sencillas como no olvidarnos de desayunar, despierta nuestro metabolismo y nos ayuda a adelgazar.
Nadie ha dicho que la vida sea justa; quizás se te da mejor bailar pero te cuesta más adelgazar que a otra persona... ¿Debería ser eso excusa para que tú no alcances un peso adecuado o la otra persona no se lance a la pista de baile?
Lo mismo podemos aplicar cuando nuestra excusa es que venimos de una familia de obesos y echamos toda la culpa a la genética. Recuerda que, según explica la epigenética, el estilo de vida influye sobre cómo se va a manifestar la información que llevamos escrita en nuestro ADN.
9. No puedo hacer dieta: mi hambre es emocional
Si has llegado a esta conclusión, ya has recorrido parte del camino que te llevará al éxito, pues has aprendido a distinguir entre hambre física y hambre emocional y, créeme, es un gran paso.
Cuando comemos porque estamos tristes, aburridos, ansiosos, estresados o enfadados, estamos buscando refugio en la comida, ya que el hecho de tomar alimentos que nos apetecen en ese momento, ricos en grasa y/o hidratos de carbono, estimula los centros de recompensa del cerebro haciéndonos sentir momentáneamente mejor.
Habitolicius nos ayuda a diferenciar el hambre real del hambre emocional |
Lo más importante en estos casos es identificar los sentimientos que nos llevan a comer sin hambre real para darles salida de alguna otra manera que no sea ingiriendo alimentos que no necesitamos. Busquemos la solución al problema emocional y, mientras lidiamos con él, busquemos también alternativas a la comida que nos sirvan para sentirnos mejor como pueden ser dar un paseo o un relajante baño, llamar a un amigo, jugar con nuestros hijos, ... Piensa que comiendo no sólo no solucionas tu problema, sino que lo agravas con otros como la obesidad y todo lo que ella acarrea.
10. No tengo apoyo
Sé que es muy difícil cambiar de hábitos, y aún lo es más si no se tiene ningún apoyo, y por eso me encanta mi trabajo. Muchas veces en casa nos falta algo de ayuda, ya sea por desinterés, por incomprensión o porque están cansados de ver cómo una y otra vez empezamos dietas sin llegar a nada. También están los afortunados que encuentran en la pareja o en un amigo el apoyo necesario para seguir adelante (a veces el apoyo es mutuo, pues vienen a consulta los dos para seguir a la vez la dieta).
Creo que parte de mi trabajo es ser al menos una pequeña parte de ese apoyo tan necesario y de ahí, por ejemplo, el contacto continuo que mantenemos por whatsapp y la posibilidad de consultas semanales. Me encanta ver cómo quienes vienen a consulta se van sintiendo cada vez mejor y que esto les anima a empezar, por ejemplo, esas clases de baile a las que nunca se habían atrevido a apuntarse, a quedar más con los amigos o a comprarse ese vestido que hace tiempo sólo admiraban desde el escaparate, en definitiva, cómo aprenden a quererse más, a quererse como se merecen.
Todo es una rueda que los va llenando de alegría, y a mí con ellos porque veo su evolución y sé que lo que están consiguiendo va mucho más allá que una simple pérdida de peso.
Así que, si necesitas cambiar de hábitos, que la décima no sea tu excusa, porque seguro que cerca de donde vives tienes algún profesional responsable que te va a ayudar a conseguir tus objetivos y, si estás cerca de Tenerife, ¡cuenta conmigo!
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